LA RIQUEZA OCULTA

Paulina León
4 min readJul 25, 2021

Entre las hojas, las raíces y los tallos, se esconde una de las riquezas más valiosas para los artesanos y artistas panameños. Estos productos de la extensa y rica naturaleza de Panamá, aportan a las manos expertas la belleza que producen los colores nacidos de la Tierra.

Esa misma experiencia y amor por la calidad y el trabajo, lo hemos encontrado en una artista que ha creado una línea de piezas teñidas a mano. “Raíces de la Tierra” es su marca. Y ha encontrado su casa entre las paredes de Karavan.

Su creadora Paulina León, nos trae su experiencia de cómo elementos que desecharíamos se convierten en artístico y arte tras pasar por sus dedos expertos en “excavar” en la naturaleza. Su trabajo se complementa con teñidos realizados en el Darién y en Coclé donde junto con expertos teñidores ha logrado recuperar esta técnica que se iba diluyendo en el tiempo.

PAULINA LEÓN … Nos comparte su experiencia.

Forzada a encerrarme en un piso veinticuatro a principios de pandemia, busque maneras de mantenerme conectada a la tierra. La práctica del teñido natural me llamó la atención ya que podía utilizar cosas que tenía en casa: sal, cáscaras de cebolla y telas.

Después de ver muchos vídeos tutoriales e incluso un curso online, aprendí que el teñido natural en sus formas tradicionales es un proceso muy intuitivo. Hay tradiciones en las que se representa como el traspaso de las propiedades terapéuticas de la planta o vegetal a la tela. Este proceso conlleva la intención de irradiar su bienestar. La sabiduría artesanal de varias culturas aplica diferentes técnicas en las cuales usan de una manera intuitiva diversos materiales.

Además, el proceso de teñido natural es un método inteligente y respetuoso con el medio ambiente. Existe una cantidad amplia de pigmentos naturales derivados de plantas, flores, tallos, cortezas, semillas, cáscaras y más. Luego de cumplir su propósito, por ejemplo, como empaque natural, sólo basta con ponerlas en agua a fuego lento para sacarles un último provecho.

Desde imaginar un color, elegir una tela o decidir que planta usar… y esperar durante horas con paciencia el resultado final… es, para mí, una gran meditación. Me pasaba al menos 6 horas al día jugando en la cocina entre cacerolas, semillas, hojas, plantas, cucharones y yardas de diferentes texturas. Siempre el resultado era una gran sorpresa.

Mi primer teñido fue con cáscaras de cebolla y aguacate sobre telas de algodón y seda. Descubrí que cada tela o fibra requiere de un trato especial porque absorben el pigmento de manera diferente creando sus propias versiones del color.

Preparar las telas es un reto. Cuando inicias el lavado y remojado, se crea una gran sensación de anticipación por empezar a teñir. Es importante prepararlas para remover grasas o ceras antes de aplicar el “mordentado” que ayuda a fijar el colorante sobre la tela (en mi caso siempre es la sal).

Al tratar con tantos materiales naturales empecé a verlos como un cuerpo con vida propia. Me imaginaba como las raíces podrían funcionar como un cerebro. Los tallos harían el papel de la columna, sosteniendo el cuerpo. Las semillas se convertirían en huesos fuertes. Por último, saldría el alma: color.

Así me iba a través de las horas, entendiendo lo que sostenía en mis manos e imaginando cómo se iba a transformar mientras honraba su naturalidad. Sintiendo en mis manos y en mis ojos como una cáscara de cebolla había revelado su riqueza oculta.

Nota de la autora: Les confieso que una de las partes más inspiradoras después de teñir, es ver mis colores secándose al aire libre. Como la brisa los mueve mientras en mi cabeza sigo inspirándome para continuar la búsqueda de nuevas plantas, raíces y hojas. Descubrí una ruta natural donde ahora entrelazo mis manos con las de los artesanos panameños, creando juntos una red de teñido que surge de lo más profundo de la naturaleza de nuestro país.

--

--